lunes, 11 de julio de 2011

La Fuerza del Pillán por Cristina Rafanelli


El sábado 4 de junio, la sorpresiva erupción del Volcán Puyehue-Cordón Caulle en Chile sumergió a las ciudades de San Carlos de Bariloche y Villa La Angostura bajo un manto de ceniza volcánica. La poderosa nube que se formó al momento de la erupción se trasladó luego hacia el norte llegando incluso hasta Buenos Aires. Este fenómeno natural recuerda a los mapuches el antiguo mito del diluvio y la lucha de las serpientes Tren-Tren y Kai-Kai Filú, y además, coincide con el fin de un ciclo y el comienzo de un año nuevo -el Wiñoy Tripantu- que este año festejaron con rogativas a la fuerza del Volcán (pillán, en mapuche) para intentar restablecer el equilibrio en la naturaleza.

Ese sábado había amanecido soleado en Bariloche. Nada hacía prever lo que se venía. El primer temblor se sintió al mediodía en la zona de los kilómetros que bordean al lago Nahuel Huapi. Horas después, de repente, anocheció. Eran alrededor de las 16.30 hs. Una nube negra oscureció el cielo y comenzó a caer ceniza volcánica con la intensidad de una fuerte nevada. El desconcierto fue total. Las redes sociales explotaron y los medios de comunicación anunciaron “alerta roja” en la ciudad.
Las autoridades municipales sabían de la proximidad del desastre pero fue una decisión política “no informar” para no generar pánico; lo cual fue peor porque el miedo provocó una reacción por demás exagerada. No se trataba de una nube tóxica como la que imaginaron Oesterheld y Solano López en el comienzo del “Eternauta”. Pero por las dudas, la gente vació los supermercados y corrió a comprar barbijos que aumentaron diez veces más su valor. Las calles quedaron desiertas. Se recomendaba que nadie saliera de sus casas y se detuvo toda actividad. Lo que más atemorizaba eran los rayos y relámpagos que precedían a tremendos truenos que hacían temblar hasta las ventanas. Enseguida, los meteorólogos explicaron que eran normales y que se trataba de un fenómeno electrostático debido al rozamiento de las cenizas en el interior de las nubes bajas. Pero la experiencia que dejó esa larguísima noche fue la sensación de vulnerabilidad del ser humano ante el poder inconmensurable de la naturaleza.
Al otro día, la ciudad amaneció cubierta de toneladas de arena. El lago había cambiado su color. Tenía una tonalidad turquesa con enormes franjas grises. La arena acumulada en las costas modificaba el paisaje de las playas y en la ciudad, comenzaron las tareas de limpieza de techos y el acopio de arena para ser utilizada en la construcción. La arena había caído del cielo.
Pero, ¿Qué había pasado según la visión del pueblo mapuche?
Según Armando Marileo, - genpiñ, autoridad originaria que entiende en materia de cosmovisión- “estos pueden ser indicios del maltrato hacia la Tierra o simplemente, puede ser que la Tierra esté respirando”.
En comunicados de prensa emitidos por los mapuches organizados en la ciudad, Patricia Pichunleo explicó que “hay que entender que los volcanes estaban antes que nosotros y tenemos que aprender a convivir con todo esto que ocurre, que puede dejar grandes consecuencias pero nos demuestra que la naturaleza se expresa. Cuando lo hace de esta manera, sucede sobre todo en las ciudades que la infraestructura colapsa, entonces hay una cierta desesperación por cuestiones que son básicas pero que en realidad, nos tiene que llevar a reflexionar acerca de que somos parte de la naturaleza, convivimos con ella, que vivimos en este espacio territorial que está caracterizado por una cantidad importante de pillán, como les decimos nosotros, es decir, los volcanes”.
Por esa razón, el Espacio de Articulación Mapuche de Bariloche organizó distintas actividades a partir del día en que entró en erupción el cordón El Caulle. Fueron ceremonias espirituales a las 7 de la mañana en el lago a las cuales fueron invitadas a participar todas las comunidades y también gente no-mapuche. Para explicar el sentido espiritual de estas convocatorias, Patricia Pinchuleo expresó:
-“Nosotros somos gente mapuche y gente mapuche de la zona del Nahuel Huapi. Y hoy, cuando uno ve al Nahuel Huapi, se queda como sorprendido. Se pregunta qué será esto, porque tiene un color y una forma, con la cantidad de arena que ha caído... Y uno no puede menos que sorprenderse al ver ese panorama. Lo que nosotros podemos hacer y debemos hacer como mapuche es juntarnos a hacer ceremonia. La necesidad grande desde nuestra espiritualidad es la de relacionarnos con la Tierra, con el lago, con la fuerza del volcán... Es lo que debemos hacer como mapuche”.

Las dos ciudades argentinas más afectadas por la caída de cenizas fueron Bariloche y Villa La Angostura, ubicadas la primera a 90 kms. y la segunda a 45 kms. del volcán Puyehue. Ambas localidades basan su economía en el turismo durante la temporada de invierno, y debido al cierre de los aeropuertos y las cancelaciones de las reservas hoteleras se encuentran en estos momentos atravesando una difícil situación de emergencia económica y social. Pero son las zonas rurales de la Línea Sur donde las cenizas han ocasionado un desastre mayor debido a la muerte de los animales y por esa razón, se están realizando intensas campañas para ayudar a la gente del campo que son, en su mayoría, mapuches.
Ellos relacionan el evidente desequilibrio que se manifiesta en la naturaleza con el mítico relato del diluvio. La dualidad de las fuerzas en pugna como el fuego y el agua, el aire caliente y el frío, las malas consecuencias que deja la emergencia económica y social en contradicción con la beneficiosa fertilización de los suelos que a la larga producirían las cenizas, todo les recuerda la lucha entre las serpientes Trén-Trén y Kai-Kai filú (serpiente, en mapudungún)
Se dice que cuando Kai-Kai, la serpiente marina, despertó de un gran sueño, a causa del desagradecimiento que tuvieron los hombres por todo lo dado por el mar; se enfureció y usó su cola en forma de pescado para golpear el agua. Con ello inició un diluvio para inundar la tierra y castigar al ser humano. Al ver Trén-Trén, la serpiente terrestre, que los habitantes y animales estaban desesperados; decidió ayudarlos y elevó los cerros y en su lomo, los trasladó hasta las cimas para salvarlos. Estas serpientes habían sido originalmente hijas de los volcanes (pillán) y libraron una titánica batalla que duró mucho tiempo.
Por otra parte, la erupción del volcán Puyehue sucedió casi quince días antes del Wiñoy Tripantu (el regreso del sol), cuando se celebra el fin de un ciclo y el inicio del año nuevo mapuche. Esta ceremonia ancestral, recuperada luego de haber sido trasculturada bajo la denominación de la fiesta de San Juan, se realiza durante el día más corto y la noche más larga al comienzo del invierno que es cuando la naturaleza comienza a renovar sus fuerzas.
La celebración del año nuevo en el mes de Junio, es decir, al comienzo del invierno, forma parte también de la cosmovisión de otros pueblos originarios, respetuosos de los ciclos naturales. Los quechuas festejan el Inti Raimi, los aymarás, el Machaq Mara y los kollas el Huata Mosoj durante la noche más larga del año y realizan diversos ritos y ofrendas para recibir el nuevo ciclo de la tierra.
Este año el Wiñoy Tripantu tuvo una connotación especial para las comunidades mapuches de la zona. Ellos vienen denunciando la contaminación del agua y la tierra por las petroleras y la minería a cielo abierto, y saben además, que cuando la naturaleza se enoja y desata su furia, al hombre sólo le queda rogar para que las fuerzas se calmen. En cambio, en nuestra sociedad, el hombre atenta sistemáticamente contra el equilibrio natural y recién logra un atisbo de conciencia cuando se siente impotente ante un tsunami, un terremoto o la erupción de un volcán.